Muchos de nosotros ya hemos visto
estas imágenes antes en la gran pantalla, pero no sabíamos dónde se encontraba
este paisaje de ensueño. Amigos míos, os presento los acantilados de Etretat.
Y es que una imagen vale más
que mil palabras
En esta escapa nos hemos dirigido a la Alta
Normandía, más concretamente al departamento del Sena Marítimo. Tras cruzar el
gran puente de Normandía en coche (unos 6€) hemos puesto rumbo a la costa de
Pays de Caux donde hemos visitado varios pueblos, a saber Fecamp o
Yport, entre otros, pero os voy a hablar del rincón que me ha enamorado, el
pueblo costero de Etretat.
Con tan solo algo más de 1.600 habitantes este
pueblo rebosa de encanto por todas partes y no hay excusas para no visitarlo ya
que, para los que tengan poco tiempo, en menos de un día ya has visto lo más
importante, si bien te puedes quedar a recorrer rincones y rutas por los
alrededores dos o tres días y no te aburrirías. Este pueblo ha atraído siempre
la atención de numerosos artistas como Eugène Boudin,
Gustave Courbet, Gustave Flaubert, Guy de Maupassant o Claude Monet,
entre otros. Como podéis ver, es difícil escapar a sus encantos pero ¿por
qué? Pues os voy a contar mi jornada en Etretat para que lo entendáis todo.
El pueblo es fácil de
encontrar si vais en coche ya que está bien señalizado en las carreteras de la
región, pero cuidado con las temporadas altas porque hay tanta gente que os
tendréis que ir a aparcar al pueblo vecino. Menos mal que no fue nuestro caso y
pudimos aparcar sin problema a unos 5 minutos de la playa, justo enfrente de
nuestra primera parada: la oficina de turismo (cómo debe ser).
Aquí nos informaron
amablemente de las posibles actividades para invertir nuestro tiempo. La mayor
parte de la oferta turística del lugar está relacionada con la naturaleza, la
gastronomía o el arte.
En primer lugar
escogimos realizar una de las rutas de senderismo que nos habían
propuesto para subir a lo alto de uno de los acantilados, pero no hay que
echarse las manos a la cabeza, hay rutas para todos los gustos con diferentes
grados de dificultas. Nosotros subimos al más conocido, Porte d'Aval,
que no era una marcha complicada ni larga y tenía unas vistas impresionante.
Tardamos unos 20 minutos en subir con una correspondiente pausa a mitad de
camino para disfrutar del paisaje y recobrar un poco el aliento. Para los más
delicados sabed que durante los meses de verano circula una guagua que hará el
camino por vosotros a lo alto de los acantilados cercanos y por el centro de la
ciudad, interesante para niños pequeños y personas mayores.
Una vez arriba el
viento sopla fuerte pero nada impide disfrutar de esa armonía entre las
imágenes que parecen irreales, los sonidos tanto el de las olas rompiendo en el
acantilado como el de las gaviotas que lo sobrevuelan y los olores a sal marina
y a hierba mojada.
Un momento para
disfrutar y olvidarse de los problemas y las complicaciones de la vida diaria.
Pero aunque nos hubiera gustado quedarnos ahí un par de meses, hay más cosas
para ver, así que emprendimos el camino de vuelta al nivel del mar.
Cuando la marea está
baja, cosa de la que os informaran en casi cualquier sitio ya que todo el mundo
se lo conoce de memoria la rutina del lugar, el terreno ganado al mar descubre
vestigios de antiguos criaderos de ostras por los que podéis pasear y grutas en
los acantilados como el mítico Trou à l'homme, escenario de
leyendas de marinos desde hace siglos.
Llegada la hora de
comer nos dirigimos a uno de los restaurantes que nos habían recomendado, hay
que decir que, como buen pueblo turístico, los restaurantes tenían precios algo
subiditos, así que si no os interesa pagar esos precios podéis optar por los
restos de Creps, por los pocos que hay de comida rápida y bocatas o por llevar
vuestros propios bocadillos que os saldrán más económicos y seguro que están
más ricos. En nuestro caso decidimos darnos un homenaje con un menú de ostras
para mi pareja (a mí no me gustan nada, pero él asegura que estaban deliciosas)
y para mí plato de Saint Jacques con salsa de langostinos, simplemente una
delicia, a partir de este día mi paladar cambió para siempre.
Por esto os recomiendo,
en cualquier pueblo costero de Normandía, siempre y cuando sea temporada para
que sean frescas, que probéis las Saint Jacques, especialidad de la región.
Una vez saciada nuestra
ansia por la naturaleza y el hambre, recorrimos toda la playa viendo la
"exposición" permanente de los cuadros de pintores famosos situados
justo en la misma perspectiva en la que estaban sus autores cuando los
pintaban. Este paseo te teletransporta a otro momento en la historia, es un
momento que te lleva al cuerpo de otra persona, de lo más recomendado aunque no
seamos entendidos de arte.
Después de esto,
como teníamos una agenda algo apretada, emprendimos el camino de vuelta a Caen,
pero para los que queráis quedaros a disfrutar podréis encontrar un enorme
campo de golf en lo alto de uno de los acantilados donde jugar debe ser una
maravilla. Y la oferta deportiva no termina ahí, desde deportes en tierra como
el tenis, pasando por todo tipo de deportes acuáticos para grandes y pequeños,
el pueblo os ofrece pasar un rato en contacto con los elementos y quemando calorías
mientras te diviertes. Aquaboling, piscinas, pesca, rutas en bici, en fin,
podría pasarme aquí toda la tarde, mejor os dejo el enlace de la oficina de
turismo por si tenéis más dudas: http://www.etretat.net/office-de-tourisme-etretat/modules/content/content.php?page=accueil
Y esto es todo por mi
parte, espero que si podéis, disfrutéis de Etretat y sus alrededores como yo lo
hice.
Nos vemos en la siguiente parada.
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