domingo, 24 de enero de 2016

Etretat, acantilados de película


Muchos de nosotros ya hemos visto estas imágenes antes en la gran pantalla, pero no sabíamos dónde se encontraba este paisaje de ensueño. Amigos míos, os presento los acantilados de Etretat.


 Y es que una imagen vale más que mil palabras



En esta escapa nos hemos dirigido a la Alta Normandía, más concretamente al departamento del Sena Marítimo. Tras cruzar el gran puente de Normandía en coche (unos 6€) hemos puesto rumbo a la costa de Pays de Caux donde hemos visitado varios pueblos, a saber Fecamp o Yport, entre otros, pero os voy a hablar del rincón que me ha enamorado, el pueblo costero de Etretat. 

Con tan solo algo más de 1.600 habitantes este pueblo rebosa de encanto por todas partes y no hay excusas para no visitarlo ya que, para los que tengan poco tiempo, en menos de un día ya has visto lo más importante, si bien te puedes quedar a recorrer rincones y rutas por los alrededores dos o tres días y no te aburrirías. Este pueblo ha atraído siempre la atención de numerosos artistas como Eugène Boudin, Gustave Courbet,  Gustave Flaubert, Guy de Maupassant o Claude Monet, entre otros. Como podéis ver, es difícil escapar a sus encantos pero ¿por qué? Pues os voy a contar mi jornada en Etretat para que lo entendáis todo.

El pueblo es fácil de encontrar si vais en coche ya que está bien señalizado en las carreteras de la región, pero cuidado con las temporadas altas porque hay tanta gente que os tendréis que ir a aparcar al pueblo vecino. Menos mal que no fue nuestro caso y pudimos aparcar sin problema a unos 5 minutos de la playa, justo enfrente de nuestra primera parada: la oficina de turismo (cómo debe ser). 

Aquí nos informaron amablemente de las posibles actividades para invertir nuestro tiempo. La mayor parte de la oferta turística del lugar está relacionada con la naturaleza, la gastronomía o el arte. 

En primer lugar escogimos realizar una de las rutas de senderismo que nos habían propuesto para subir a lo alto de uno de los acantilados, pero no hay que echarse las manos a la cabeza, hay rutas para todos los gustos con diferentes grados de dificultas. Nosotros subimos al más conocido, Porte d'Aval, que no era una marcha complicada ni larga y tenía unas vistas impresionante. Tardamos unos 20 minutos en subir con una correspondiente pausa a mitad de camino para disfrutar del paisaje y recobrar un poco el aliento. Para los más delicados sabed que durante los meses de verano circula una guagua que hará el camino por vosotros a lo alto de los acantilados cercanos y por el centro de la ciudad, interesante para niños pequeños y personas mayores.

Una vez arriba el viento sopla fuerte pero nada impide disfrutar de esa armonía entre las imágenes que parecen irreales, los sonidos tanto el de las olas rompiendo en el acantilado como el de las gaviotas que lo sobrevuelan y los olores a sal marina y a hierba mojada.




Un momento para disfrutar y olvidarse de los problemas y las complicaciones de la vida diaria. Pero aunque nos hubiera gustado quedarnos ahí un par de meses, hay más cosas para ver, así que emprendimos el camino de vuelta al nivel del mar. 

Cuando la marea está baja, cosa de la que os informaran en casi cualquier sitio ya que todo el mundo se lo conoce de memoria la rutina del lugar, el terreno ganado al mar descubre vestigios de antiguos criaderos de ostras por los que podéis pasear y grutas en los acantilados como el mítico Trou à l'homme, escenario de leyendas de marinos desde hace siglos.



Llegada la hora de comer nos dirigimos a uno de los restaurantes que nos habían recomendado, hay que decir que, como buen pueblo turístico, los restaurantes tenían precios algo subiditos, así que si no os interesa pagar esos precios podéis optar por los restos de Creps, por los pocos que hay de comida rápida y bocatas o por llevar vuestros propios bocadillos que os saldrán más económicos y seguro que están más ricos. En nuestro caso decidimos darnos un homenaje con un menú de ostras para mi pareja (a mí no me gustan nada, pero él asegura que estaban deliciosas) y para mí plato de Saint Jacques con salsa de langostinos, simplemente una delicia, a partir de este día mi paladar cambió para siempre. 
Por esto os recomiendo, en cualquier pueblo costero de Normandía, siempre y cuando sea temporada para que sean frescas, que probéis las Saint Jacques, especialidad de la región.

Una vez saciada nuestra ansia por la naturaleza y el hambre, recorrimos toda la playa viendo la "exposición" permanente de los cuadros de pintores famosos situados justo en la misma perspectiva en la que estaban sus autores cuando los pintaban. Este paseo te teletransporta a otro momento en la historia, es un momento que te lleva al cuerpo de otra persona, de lo más recomendado aunque no seamos entendidos de arte. 




 Después de esto, como teníamos una agenda algo apretada, emprendimos el camino de vuelta a Caen, pero para los que queráis quedaros a disfrutar podréis encontrar un enorme campo de golf en lo alto de uno de los acantilados donde jugar debe ser una maravilla. Y la oferta deportiva no termina ahí, desde deportes en tierra como el tenis, pasando por todo tipo de deportes acuáticos para grandes y pequeños, el pueblo os ofrece pasar un rato en contacto con los elementos y quemando calorías mientras te diviertes. Aquaboling, piscinas, pesca, rutas en bici, en fin, podría pasarme aquí toda la tarde, mejor os dejo el enlace de la oficina de turismo por si tenéis más dudas: http://www.etretat.net/office-de-tourisme-etretat/modules/content/content.php?page=accueil  

Y esto es todo por mi parte, espero que si podéis, disfrutéis de Etretat y sus alrededores como yo lo hice.

Nos vemos en la siguiente parada.

 


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